miércoles

La adolescencia y la familia


La Adolescencia, una Etapa de Cambio para toda la Familia

El adolescente, que hasta ahora se ha refugiado en la familia, demanda de los padres una mayor independencia. Es el despertador biológico que marca el paso de niño a adulto, la búsqueda de un lugar personal.

Es un viaje sin retorno que emprenden todos los miembros de la familia. La influencia familiar va disminuyendo y la relación con el grupo de amigos va adquiriendo un papel protagonista.

El adolescente pasa menos tiempo con sus padres y éstos se preocupan cada vez más por sus amistades, por saber en qué gasta el dinero, a qué dedica su tiempo de ocio.

Esta inquietud, que en principio es positiva, no debe convertirse en un exceso de control que coarte el inicio de la autonomía de nuestros hijos, su viaje hacia la madurez.

En esta etapa de evolución y de cambio son frecuentes las reacciones rebeldes, el rechazo a las normas sociales y familiares, la oposición sistemática a todo lo que diga un adulto.

En definitiva, necesitan enfrentarse a sus padres para encontrarse a sí mismos. Sin embargo, todavía no son adultos y en ocasiones los padres y las madres no sabemos cómo actuar ante este cambio que afecta a toda la familia.
Dudamos entre la autoridad y la libertad, entre el control y la autonomía. Es una difícil decisión que se debe basar en la coherencia y en la negociación de normas entre padres e hijos.
Los padres tienen que marcar unas nuevas normas de convivencia ante las nuevas situaciones que plantean los hijos (horarios, salidas, responsabilidades, etc.) que pueden alterar las relaciones familiares.

En ocasiones, tememos no afrontar correctamente las nuevas demandas de independencia de nuestros hijos por miedo a perderlos, y podemos llegar a tomar decisiones equivocadas, bien por exceso de autoridad o por miedo a que nuestros hijos no sean capaces de tomar decisiones responsables (sobreprotectores) o por falta de unas normas familiares que tanto padres como hijos debemos establecer (permisivos).

Es la contienda que se repite generación tras generación: cuál es la hora de regresar, si se puede ir de fin de semana con unos amigos, si se puede quedar en casa en lugar de ir de vacaciones con nosotros, si le dejamos ir de acampada a pesar de las notas que ha traído, etc.

Ante estas situaciones, los padres y las madres debemos valorar en todo momento cuales son las demandas de nuestros hijos y, aplicando las reglas que en su momento hemos acordado, concederles una progresiva autonomía, ya que protegerles en exceso no es la mejor manera de educarles para la vida.

De todas formas, debemos pactar con nuestros hijos este camino hacia la independencia que tiene una doble dirección: los padres, aunque siempre vigilantes, vamos cediendo "cuotas de gobierno" a medida que los hijos nos van demostrando que son capaces de tomar decisiones responsables.

Apuntes para mejorar la relación;

- Hay que ser coherente a la hora de establecer normas: No exijan a su hijo lo que ustedes no cumplen.

- Padre y madre han de formar un equipo. Tras discutir todos los argumentos a favor y en contra de una situación, adoptarán una decisión común. 

- Impliquen a su hijo en la toma de decisiones, de forma que tanto padres como hijos hallen una solución a determindado conflicto en base a unos argumentos dialogados.

- Procuren entender que la oposición o rebeldía de su hijo, e incluso sus errores, forman parte del proceso de avance hacia la vida adulta.
- Cuando se toma una decisión hay que mantenerla porque los hijos necesitan de referencias claras para socializarse.

- Unos buenos padres no son aquellos que imponen siempre su voluntad. 
- Unos buenos padres no son aquellos que no saben poner límites a las peticiones de su hijo.



No Seamos Padres "Light"

Hoy en día, muchos padres y madres vivimos esclavizados por "la tiranía" de los hijos, haciendo todo aquello que ellos quieren sin poner ningún límite a su conducta.

De hecho, hace pocas semanas el Defensor del Menor, Javier Urra, comentaba en referencia a este tema que hoy en día muchos padres podrían ser definidos como padres "light".
Sin embargo, nuestros hijos e hijas necesitan normas y límites claros. Las normas son necesarias para la convivencia familiar y para la posterior integración de los niños en la sociedad, y una vez establecidas deben ser cumplidas, ya que de lo contrario los niños o adolescentes pueden pensar que no tenían verdadera razón de ser.

Además, las normas familiares son útiles para los hijos e hijas porque les sirven de marco de referencia (les dan seguridad), les trasmiten valores, actitudes y códigos de comportamiento, les ayudan a tomar decisiones, les facilitan la socialización, les hacen más autónomos y responsables, y mantienen un clima emocional positivo.

A la hora de establecer límites, los padres debemos tener como criterio establecer unas normas claras, razonables y adecuadas a la edad del niño; evitar ciertas actitudes como pueden ser la sobreprotección, el autoritarismo o la pasividad; en caso de que los hijos sean adolescentes, negociar los límites ayudará a que los jóvenes observen las normas como propias; y por último no debemos olvidar ser coherentes con dichas normas respecto a su cumplimiento, fijando y aplicando refuerzos y sanciones, y siendo nosotros mismos ejemplo de las mismas.

Existen muchas clases de normas en la sociedad, pero las familiares tienen unas características que se concretan en ser:

- Realistas: Posibles de cumplir, ya que pedir imposibles es fomentar la desobediencia.


- Claras: Bien definidas y comprensibles. Si la norma no se entiende o es ambigua, el niño no sabrá dónde está el limite.

- Consistentes: Una vez establecido el límite los padres deben ser firmes respecto a su cumplimiento.

- Coherentes: Las normas deben ser coherentes entre sí y cumplidas por todos los miembros de la familia. Sin embargo, no todas las normas familiares tienen la misma jerarquía, sino que las podemos dividir en tres clases:

- Fundamentales: Se caracterizan por ser pocas, muy claras, de obligado cumplimiento e innegociables. Un ejemplo de esta clase de normas es la postura de los padres respecto a la violencia.

- Importantes:
Se caracterizan por ser pocas, muy claras, matizables en función de determinadas circunstancias, de correcto cumplimiento y admitir cierto margen de negociación. Un ejemplo de esta clase de normas es la hora de llegar a casa.

- Accesorias: Se caracterizan por regular aspectos más circunstanciales, ser de alto valor educativo y socializador y fácilmente negociables. Un ejemplo de estas normas es mantener limpia y ordenada la habitación. Una vez establecidas las normas familiares, los padres debemos tener claro qué vamos a hacer si estas no se cumplen. No debemos defraudar a nuestros hijos e hijas quitando importancia al incumplimiento de una norma. Como hemos comentado, las normas son un marco de referencia para nuestros hijos, por lo que si no se cumplen esperan de nosotros una respuesta correctora y acorde al incumplimiento.

En consecuencia, debemos pedir explicaciones y tomar medidas proporcionales a la norma incumplida. Asimismo, cuando se cumplen las normas debemos premiar dicho comportamiento recurriendo a refuerzos que estimulen dicha conducta. Los padres en estos casos podemos recurrir a refuerzos materiales (regalos) o no materiales, mucho más recomendables (alabanzas, mayor autonomía, etc.).


Aprender Realmente a Escuchar a Nuestros Hijos

Escuchar realmente a nuestros hijos es intentar detectar el sentimiento que se esconde detrás de sus palabras, detrás de lo que dicen y de lo que "no dicen". Es aceptar sus sentimientos (su miedo, su enfado, su inseguridad...) y mostrárselo a través de nuestro tono de voz, de la postura de nuestro cuerpo y de las palabras que utilizamos. Es decir, utilizar el lenguaje de la escucha activa y de la aceptación.

¿Cómo escuchar a nuestro hijo o hija? CON OBSERVACIÓN Cuando escuche a su hijo, esté atento a su rostro y a su lenguaje corporal. Es con el cuerpo, la cara y los gestos, y no tanto con las palabras, como se transmiten los sentimientos.

Frecuentemente su hijo le asegurará que no se siente triste o desilusionado, pero un temblor en el mentón o unos ojos demasiado brillantes le dirán a usted lo contrario. Identifique los sentimientos que hay detrás de las palabras. Identifique el momento en que su hijo desea que le hable y tome parte en la conversación. CON LOS GESTOS Y CON EL CUERPO .

Adopte una postura activa: asentir con la cabeza, brindar una sonrisa, un guiño, una palmada en el hombro o coger la mano de su hijo... Mantenga un contacto visual.

Adopte una expresión facial de atención. CON LAS PALABRAS Utilice un tono de voz y volumen adecuados a la respuesta que usted está dando. Recuerde que su tono de voz envía mensajes de una forma tan clara como sus propias palabras. Asegúrese de que su tono no parezca irónico o el de un sabelotodo. Utilice frases que demuestren su interés y le animen a hablar "Ya veo,...", "Háblame de eso...", "¿De verdad?".

Utilice expresiones que reflejen el sentimiento de su hijo: "Pareces realmente enfadado con Luis", "Se te ve...", "Supongo que te sientes...", "Entiendo que...". Utilice expresiones que resuman, pongan en sus propias palabras los comentarios de su hijo: "Si no te he entendido mal...", "A ver si te he entendido bien, me estás diciendo...". Y Recuerde La comunicación empieza cuando escucha a su hijo y le demuestra que entiende sus sentimientos.

Cuando mira a su hijo, y mantiene una actitud adecuada, le está demostrando que sabe escucharlo. Evite criticar, amenazar, hablar en tono doctoral, interrogar y ridiculizar. El respeto mutuo implica aceptar los sentimientos de su hijo.
Escuchar activamente implica aceptar los sentimientos que su hijo manifiesta y comunicárselo para que se sienta comprendido. Es como ofrecerles un espejo en el que puedan ver mejor lo que les pasa.

Aprenda a dar respuestas que expresen específicamente lo que la otra persona siente y lo que quiere decir. Deje que su hijo piense y aprenda. Resista el impulso de imponer soluciones, aunque esto le cueste un gran esfuerzo.

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